Tembló en México, y salvo algunas grietas, viviendas colapsadas, un micro aplastado y un par de descalabrados y personas histéricas (aún por contabilizar), la cosa no pasó a mayores.
Los que recordamos (aunque sea lejanamente) el terremoto del 19 de septiembre de 1985, sabemos que éste es quizá el peor sismo que se ha dejado sentir por esta latitudes desde ese entonces. Un temblor oscilatorio (la tierra se balancea de un lado a otro, dando un efecto similar a caminar sobre una enorme gelatina que se mueve), que no trepidatorio (aumente a lo anterior un efecto de "brincolín" inflable sobre una cama elástica puesta sobre tablas y ladrillos), y aunque fuerte, no lo fue en la magnitud que se dejara sentir por aquellos años.
México, como saben aquellos medianamente versados en geología, se haya dividido entre dos grandes placas , la de Norteamérica (casi toda el área continental de Norteamérica, valga la redundancia), y la de el pacífico (California, Baja California y Baja California Sur, creando la famosa "Falla de San Andrés"), las cuales tienen una unión de tipo límite de fricción (intente frotar sus manos presionando con fuerza, cada una en diferente dirección, y verá la fuerza ejercida), así como la mediana "Placa de Cocos", la cual tiene un limite de subducción ("insertándose" debajo de la enorme placa de Norteamérica) en la costa de los estados de Colima, Michoacán, Guerrero y Oaxaca, provocando la mayoría de los sismos que se sienten en el área central de México, y dándo forma a la accidentada orografía de la zona. Y la más pequeña placa de Rivera (Costas de Sinaloa, Nayarit y Jalisco).