El bramido electrónico disipa mis sueños de nuevo, una matinal lluvia de maldiciones me envuelve al erguirme de frente al universo minimalista, el acordeón se quiebra de nuevo apuñalado por las injurias, muñeca rota cuyo vómito se endulza de eructos penetrantes, yo sólo pido un poco más de jamón serrano para aderezar mis amargos anhelos, pero la cochinilla baila sobre la pared mientras me grita "¡Los maderos de San Juan, piden pan y no les dan!".
Las rameras vestales se sodomizan con el arcoiris que eyecta del espejo, entre mis ojos nada la diosa de fuego, regodeándose de mi desgracia, el huerfano ríe inhumanamente a los demonios que claman una pírrica victoria en torno a él. "¡La Muerte tendra mis huesos antes que el Infierno!", vocifera, las lágrimas se escurren entre los pañales de seda, al ritmo de las testas empaladas, enraizadas por el humo del cigoto que deambula en el fuego del anafre. La mucosa hierve, repitiendo su triste cantar en cada gorgoreo...
El cachorro danza sobre la mariposa berbiquí, chirriando sus ruedas de plástico. "No, no me han hackeado la cuenta, sólo el cerebro", dicen las cabras que se agolpan en las piernas blancas de la mutilada zamba. El gallo cantará al amanecer, boletos en taquilla.
19 de Octubre de 2011, 01:52 PM.
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