Navegando, de nuevo, me he encontrado con una actividad muy interesante para inspirarse a escribir. A través del blog Veritas Aleterea conocí el proyecto del grupo: "Taller de Escritura Be Literature",
en el blog homónimo, dónde cada quincena se publicarán imágenes,
videos, frases o algo que nos sirva de inspiración y motor para realizar
un relato durante una hora, el cual se publicará los días 1 y 15 de
cada mes en el respectivo blog, si quieres conocer más detalles puedes
leerlo de sus propias manos.
Así que, habiéndome unido al grupo, inspirándome en el video y la imagen de esta quincena, y siendo los albores del primer día de agosto (aunque la fecha de publicación dice otra cosa, y ya llevo tres intentos intentando corregirlo), publico este relato.
Como
detalle, y si a alguien le sirve para trabajar en sus relatos, primero
visualicé el relato y dejé descansar la idea varios días, así, cuando al
fin me senté a escribirlo, éste fluyó rápidamente. He de
agregar, y lo hago brindando reconocimiento a todos los que se han
atrevido a subir los relatos con sólo una hora de trabajo encima (he
procurado leer al menos uno de los relatos que ya van acumulados en casi
todos los blogs [esta es la tercera quincena del grupo]), que me tomé
20 minutos extra para editar, procuraré ser más respetuso de las reglas
en un futuro. Aparte del dibujo que comparto, no pude resistirme a
elaborar uno de la protagonista tal cual (ya leerán a qué me refiero), ¿Les gustaría verlo, o prefieren preservar la incógnita? Háganmelo saber a través de sus comentarios.
Para terminar, éste, y los subsecuentes relatos del taller, se agregarán al listado "Relatos y Versos", en la columna situada a su derecha. Si algo quieren agregar, señalar, o aclarar, bienevenidos los jitomatazos, el chiste es nutrirnos y aprender un poco entre todos.
LA MUJER MÁS HERMOSA DEL MUNDO.
-“Ya es hora”.
La lacónica triada de palabras,
pese a su simpleza, la llenó de alegría y la hizo estremecerse por dentro.
Sintió como dos pares de manos enguantadas la rodearon y la ayudaron a
levantarse, dirigiéndola con sumo cuidado a través del largo pasillo. La fría
humedad del suelo no lastimaba sus pies desnudos, al contrario, la sensación
llegaba incluso a parecerle agradable, algo que jamás hubiese imaginado hacía
algunos años.
Cuándo la misma voz le indicó que
habían llegado, ella ya lo sabía. Con los años, había aprendido a medir el
número de pasos que le llevaba recorrer el camino hasta la oficina de la
directora. Con sumo cuidado, los guardianes quitaron las cadenas que la
aprisionaban. Mientras destornillaban lentamente las tuercas de seguridad que
fijaban la máscara alrededor de su rostro, esperó, con toda su alma, que este
fuera por fin el día, el día que podría ser libre.
Veinte largos años, encerrada,
aislada, sola. Los primeros años, durante la adolescencia, habían sido
especialmente duros, las mujeres que la cuidaban, supuestamente para “mayor
seguridad” de ella, eran frías, distantes en el mejor de los casos. Notaba
envidia, odio y rencor en cada una de ellas. Cuando las sustituyeron por los
eunucos, luego del último ataque que sufrió, cuando su cuidadora intentó
apuñalarla, todo fue bastante mejor, hasta que la obligaron a usar la pesada
máscara que evitaba que cualquiera la pudiera contemplar. ¿Qué habrá sido de
Klaus? Era un chico tan dulce, pero cuando los atraparon besándose, él se fue y
llegó la máscara. No había nada de deseo en lo suyo, Klaus, como todos sus
cuidadores, había sido castrado, pero él siempre había sido un artista, un
enamorado del amor, le dedicaba poemas, a ella, y especialmente a su “sin igual
belleza”, él fue quien le propuso el beso. El roce de sus suaves labios fue la
experiencia más maravillosa de su vida, según él, más maravillosa de lo que
jamás hubiera podido imaginar.
Aparte de la “enfermedad”, Klaus
era un chico realmente poco agraciado, alto, obeso, desgarbado, su enorme y
ganchuda nariz, ladeada por la “enfermedad”, parecía ocupar todo su rostro. Sus
labios carcomidos le habrían causa repugnancia en el pasado, pero en ese
entonces, para ella, el saber que alguien le amaba, de alguna forma, con un
amor puro, desinteresado, sin esa sed enferma, mezclada con rencor y lujuria
con que la miraban los otros hombres, y muchas mujeres, la había hecho feliz,
feliz como nunca lo había sido, feliz como nunca lo volvería a ser.
El sonido del último tornillo la
sacó de sus recuerdos. Una voz conocida ordenó a los otros salir, luego que
escuchó cerrarse la puerta, al fin se despojó de la máscara. Pese a que habían
cerrado las cortinas, la luz la cegó un poco, pero paulatinamente comenzó a
distinguir frente a ella la figura de Inken. La mujer no apartaba los ojos de
ella, sus ojos fríos y distantes carecían de vestigio alguno de aquella chica
dulce y alegre con la que había compartido su niñez. La visión de la mujer que
otrora fuera su mejor amiga la habría cimbrado en otro tiempo, pero ahora, a
pesar de todo, se sintió reconfortada por ver un rostro “conocido”. La
“enfermedad” había hecho estragos en ese rostro, el dulce y bello rostro que
ella recordaba, apenas los ojos azul pálido sobrevivían, la nariz, una parte de
la boca y la oreja derecha casi habían desaparecido, al igual que buena parte
de su cuero cabelludo. Podía verle los dientes, y escuchar su respiración. La
contempló, no con miedo, ni repugnancia, la contempló como quien trata de
buscar una reacción en un viejo amigo, reacción que, como bien sabía, nunca
llegó. Al fin se atrevió a hablar.
-¿Qué tal Inken… qué tal directora?
El silencio con el que le
respondió fue suficiente para saber que nada había cambiado, por lo que
seguiría encerrada. Quiso preguntar si había algún avance con los implantes
reconstructivos que estaban probando, pero era bastante claro que no. Clavó sus
ojos en el piso, y con un suspiro de resignación al fin se atrevió a hablar:
-La semana pasada fue mi
cumpleaños ¿Recuerdas?
-Sí, lo sé –respondió la
directora –sabes que puedo concederte algo que esté dentro de mis
posibilidades.
Ella no lo pensó, la respuesta
emergió automáticamente de sus labios:
-Quiero… quiero lo mismo que el
año pasado.
-Lo sabía. -Respondió la
directora.
Mecánicamente, la mujer abrió un
cajón de su escritorio y extrajo un espejo, el cual le ofreció estirando la carcomida
mano enguantada, como si tratara de permanecer lo más lejos de ella. Estiró
tímidamente la mano y lo tomó, se miró por largo rato. A sus 34 años, era una
mujer joven aún, no tenía arrugas, ni canas, ni rastro alguno de la
“enfermedad”. Nunca, en toda su niñez y adolescencia, se había sentido
“bonita”, su cabello y ojos oscuros seguían siendo igual de anónimos. Añoró
aquellos lejanos años cuando los chicos la molestaban, o la ignoraban en el
mejor de los casos, siempre había sido, según sus propias palabras, “una chica
tan simple que pasaba casi completamente desapercibida”.
Pero todo había cambiado; la
guerra, la “enfermedad”, el desprecio, la persecución, y finalmente el acoso
total. Dejó el espejo sobre el escritorio, por un momento, deseó que su amiga
le diera un gran abrazo, que la felicitara, y que rieran como cuando fueron
niñas, pero eso no pasaría, se limitó a rematar con un simple “gracias”. Se
sentó de nuevo, y se colocó la máscara.
-Una cosa más, sé que es difícil,
y entendería si te niegas Inken… pero me gustaría que, al menos, por unos
minutos, dejaran abierto el tragaluz de mi celda.
-Veré que puedo hacer –se limitó
a responder, y llamó a los cuidadores.
-Hasta dentro de dos meses Inken…
-Hasta entonces.
Los guardias eunucos entraron de
nuevo, le pusieron las cadenas con la misma calma con la que se las habían
quitado, y la llevaron de vuelta. Ya en la celda, Los guardias salieron, y un
nuevo grupo de eunucos entró para quitarle las cadenas. Cuando por fin estuvo a
solas, removió la visera que cubría los ojos de la máscara. Levantó la mirada
hacia el techo, y a través del tragaluz sobre su celda, vio como el ocaso cedió
poco a poco su lugar a la noche, vio la luna brillar en medio de un cielo sin
estrellas.
No era una luna llena,
completamente redonda, brillaba con un amarillo pálido realmente triste, era,
pues, una luna incompleta. Pero a ella le parecía la luna más hermosa del
mundo, no necesitaba ser perfecta para ser hermosa, así, con sus pequeños defectos,
era la luna más hermosa que ella pudiera imaginar, porque estaba ante sus ojos.
Pero en toda su belleza, la luna estaba sola, en medio del cielo, y así debía
de ser, pues era la única forma de preservarla.
El tragaluz se cerró, rematando
con un sonido metálico. La oscuridad fue completa por un momento, hasta que un
bulbo incandescente inundó groseramente la pequeña habitación con su tenue y
amarillento brillo. Ella prefirió cerrar los ojos, e intentar dormir.
Me ha gustado bastante. He logrado empatizar con la protagonista. Te quedas con ganas de más.
ResponderBorrarSaludos
¡Gracias!, tenía otras subhistorias y personajes, pero no me ha alcanzado la hora y veinte. Nos estamos leyendo, saludos.
BorrarMe ha gustado muchísimo. El mensaje que guardas aunque erróneo ya lo creo que antiguamente se daba. Las mujeres más bonitas eran reservadas, guardadas como tesoros en fin, intocables. Aunque lo de la enfermedad hace que la historia de para dar y regalar.
ResponderBorrarPues se sigue dando, y se dará por un buen tiempo más :/
BorrarSí, yo mismo me quedé con ganas de extenderme. Saludos.
Escribes bien bonito!!! Me gusto mucho la historia aunque me hubiera gustado saber un poco mas de la llamada "enfermedad" seria interesante que con las siguientes inspiraciones siguieras la historia, aunque es una sugerencia solamente xD de todas formas me ha encantado.
ResponderBorrarSaludos!!! :D
¡Gracias!
BorrarQuizá la continúe en mis sagas aunque la que estaba publicando aquí la tengo un poco abadonada (Nova Gen-Alpha), y tengo otras dos novelas que también tengo muy abandonadas (y dos proyectos que no he querido comenzar en forma hasta que no avance más en los otros), aunque podría quedar como una subhistoria... uff, en fin, hay que ordenar las ideas. Gracias por tu opinión, saludos.
Me ha gustado mucho!!! Pero me encantaría poder conocer un poco más de esta historia y sobre la enfermedad, se ve tan interesante
ResponderBorrarSaludos!
Estoy pensando en extenderlo, en cuanto termine otros proyectos, ¡Gracias!
BorrarMe gusta, y es verdad que da para mucho más ^^.
ResponderBorrarMuchas gracias Déborah, nos seguimos leyendo!
BorrarMuy buena historia. Como los demás me quede con ganas de seguir leyendo. Escribes muy bien.
ResponderBorrarMuchas gracias por tu comentario Juan Diego, me alegra que te haya gustado.
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